

Plaguicidas y transgénicos
En el punto opuesto se encuentran los yogures convencionales. De entrada, se fabrican con leche procedente de vacas que pueden haber comido piensos con ingredientes transgénicos o hierba fumigada y cultivada con fertilizantes artificiales. Estas vacas, a las que se inyectan antibióticos y otros medicamentos que dejan residuos en la leche, viven estresadas y estabuladas en condiciones pésimas en comparación con las vacas ecológicas a las que la ley garantiza un terreno para moverse al aire libre. No es poco frecuente que estas vacas, que cuando se ponen enfermas muchas veces son tratadas con homeopatía, vivan hasta el doble de años que sus compañeras prisioneras.

Además, en los yogures convencionales está permitido el uso de leche homogeneizada, leche en polvo y caseínatos (proteínas de la leche). Por no hablar de los yogures con sabores, en cuya lista de ingredientes encontramos también colorantes (y ya hay estudios concluyentes sobre su relación la hiperactividad en niños), edulcorantes, conservantes… No es raro que en la etiqueta de uno de estos supuestos yogures se encuentren hasta ¡20 ingredientes!
El puzzle de los lácteos fermentados
La variedad de lácteos que podemos encontrar en las neveras de los supermercados es amplísima. Sin embargo, no todos nos ofrecen las mismas propiedades beneficiosas para nuestra salud. Por eso es importante que conozcamos qué ventajas nos aporta cada uno. Veamos cuáles son las principales opciones que tenemos a nuestro alcance:

Yogur, a secas, es el fermentado con Lactobacillus bulgaricus y Streptococus thermophilus, bacterias que permanecen vivas en el producto final (entre diez y cien millones por gramo). En cambio, el yogur pasteurizado después de la fermentación no tiene bacterias vivas, ya que son destruidas durante el proceso de pasteurización que se aplica en cuanto termina la fermentación.
Los productos lácteos que poseen Lactobacillus casei, Lactobacillus acidophilus o Lactobacillus helveticus, entre otras bacterias, no son yogures sino “leches fermentadas”. Se atribuyen a estas bacterias efectos beneficiosos sobre la digestión o la inmunidad.
El queso fresco y el kéfir también poseen bacterias vivas. Sin embargo, los llamados postres lácteos (cuajada, arroz con leche, natillas…) no contienen fermentos.

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